El Departamento de Servicios Humanos y de Salud (DHHS), y la EPA han determinado que el asbesto es de hecho un carcinógeno humano, y que respirar altos niveles de asbesto puede incrementar el riesgo de cáncer de la membrana pulmonar (mesotelioma), tejido cicatrizado en los pulmones (asbestosis), y cánceres del estómago, páncreas, y riñones.
Las fibras de asbesto se desintegran fácilmente en un polvo que puede flotar en el aire, pegarse a la ropa, y ser inhalado o tragado. Entonces, esta ingesta de fibras llega a quedar atrapada en las vías aéreas y el tejido pulmonar, dando lugar a infecciones del pulmón, falta de aliento, tos con sangre, dolor en el pecho o el abdómen, y significativa pérdida de peso. Los cánceres originados por el asbesto, típicamente, no se desarrollan inmediatamente pero se ponen de manifiesto después de una cantidad significativa de tiempo; el período de latencia para el mesotelioma es con frecuencia de 1530 años.
La investigación no ha determinado el nivel seguro de exposición, pero se sabe que la exposición grande y prolongada, provoca el gran riesgo de contraer una enfermedad relacionada con el asbesto. Sin embargo, el asbesto no siempre es un riesgo inmediato. De hecho, si el asbesto puede ser mantenido en buenas condiciones, es recomendable dejarlo solo y llevar a cabo una vigilancia periódica para monitorear sus condiciones. Solamente cuando el asbesto contiene materiales que son perturbados o dañados llegan a ser peligrosos.
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